Inmigracion piemontesa in Argentina.

” Por Sergio Donna”

En la provincia de Córdoba, entre San Francisco y Santa Fe, se concentra la mayor comunidad de piamonteses, descendientes de aquellos campesinos que, entre finales del siglo XIX y principios del XX, emigraron a Argentina en busca de fortuna.

Cuando en unas décadas, o quizás en unos siglos, el piamontés sea (si es que alguna vez lo será) una lengua muerta, probablemente no será Turín, Cuneo, Asti o Vercelli el lugar donde resonará la última palabra de esta lengua.

La última palabra, o la última frase en piamontesa, se pronunciará al otro lado del Atlántico, en Pampa Gringa, tal vez en Córdoba, en San Francisco o Santa Fe, donde el piamontés de nuestros antepasados ​​sobrevive con orgullo y resistencia. a la sombra del Mole o Monviso.

Fue en estas tierras, alejadas de Buenos Aires y de las costas atlánticas, donde especialmente a partir de las últimas décadas del siglo XIX, miles de familias piamontesas emigraron en masa, llegando a Argentina cruzando el Mediterráneo y el Océano.

En 1876 el gobierno argentino aprobó una ley para incentivar la inmigración, especialmente de agricultores, con el fin de impulsar la producción agrícola, que en ese momento resultó ser absolutamente insuficiente para las necesidades de los residentes.

La intención era dividir en lotes las vastas áreas baldías o ocupadas por los pueblos indígenas, ofreciendo estas tierras a precios ventajosos, si ni siquiera gratis, siempre y cuando fueran transformadas en tierra cultivada, y cada familia de colonos construyera una casa. en el acto.

El gobierno argentino adelantaba los gastos de viaje a los agricultores inmigrantes desde el puerto de desembarque hasta los lugares de destino, brindándoles una dotación de stocks de semillas y equipos agrícolas.

Hubo muchos italianos, especialmente piamonteses, y en menor medida de Lombardía y otras regiones principalmente del norte, que aprovecharon esta oportunidad, aunque las tierras menos alejadas del mar, entonces más codiciadas, eran principalmente prerrogativa de alemanes y suizos.

Incluso mayores ventajas se otorgaron a aquellos empresarios agrícolas privados, unipersonales o sociedades anónimas, que se habían comprometido a acoger, en el plazo de dos años, colonias de al menos ciento cuarenta familias en las parcelas que se les otorgaron (de cincuenta hectáreas cada una).

A menudo eran las empresas colonizadoras privadas y algunos terratenientes adinerados quienes se beneficiaban de estos beneficios; pero tampoco faltaron los pequeños agricultores directos, especialmente italianos, que lograron establecer negocios agrícolas prósperos y rentables en las Pampas autónomas.

Numerosos fueron los colonos piamonteses que intervinieron como arrendatarios de sus propias fincas, o como aparceros o arrendatarios: tanto es así que esta parte de Argentina, prácticamente toda, o casi en su totalidad, en manos de extranjeros, pasó a denominarse Pampa Gringa.

Entre 1877 y 1890 el cultivo de cereales y la cría de ovinos y bovinos en los territorios expropiados a los indígenas, realizado por pobladores independientes o al servicio de terratenientes en las provincias de Buenos Aires, La Pampa y Santa Fe, registró un gran impulso. , gracias al uso masivo de mano de obra italiana o de otros países europeos.

En 1895, un censo de la población agrícola informó que de más de 400.000 propietarios de explotaciones agrícolas, aproximadamente una cuarta parte (100.000) eran de nacionalidad extranjera, y de estos, más de la mitad eran de origen italiano: los piamonteses ciertamente representaban a la comunidad en muchas areas mas representativas.

En 1905, en la zona de Córdoba, los italianos constituían el 80% de los propietarios agrícolas de la provincia. Y es precisamente aquí donde se concentra la mayor comunidad de inmigrantes piamonteses en Argentina.

Estos campesinos, a menudo sin educación, hablaban solo (o principalmente) en la lengua piamontesa, es decir, en su lengua materna. Poco a poco, la lengua piamontesa se convirtió en el koinè común de pertenencia, expresión de una identidad cultural compartida.

Por otro lado, ese era el idioma que hablaban en la pequeña patria de origen, y en ese idioma seguían expresándose en la familia y entre ellos hasta en el país que los acogía. Desde entonces han pasado varias generaciones, pero el idioma piamontés sigue siendo en esas partes el segundo idioma más hablado por los residentes. Y si es cierto que hoy los descendientes de aquellos pioneros piamonteses hablan español con fluidez, también es cierto que la mayoría no ha olvidado el idioma de sus antepasados.

Y esto se debe a la actividad y compromiso de numerosas asociaciones culturales y recreativas argentinas (Famije Piemontèise, Familias Piamontesas) que representan un punto de referencia cultural y social para las familias piamontesas de Argentina.

Están apasionadamente comprometidos con mantener vivas las tradiciones de sus antepasados ​​y su lengua ancestral, organizando conferencias, cursos piamonteses, festivales piamonteses, con un creciente interés por la cultura, tradiciones e historia de su tierra natal, nunca olvidada.